Hay una cuestión que debe dilucidarse en el presente trabajo: la problemática de la presencia del mal en el héroe trágico. Parece que la esencia de la tragedia moderna áurea radica en la elección, en el albedrío, en la voluntad deliberada, no en la predestinación. Esto es nuestro tema. Arnold Hauser habla de la tragedia de carácter,1 lo cual marca una conducta dada como inclinación hacia la pasión y el pecado. Esto hay que entenderlo como condición característica, definida por una pasión alienante que lo orilla a la catástrofe. Su función dependiente en la trama genera un paradigma en la edificación del concepto de lo trágico, o sea, aquellos elementos del protagonista que ayudan a configurarlo y en cuyo mecanismo se apoya para llevarse a cabo. Esto obedece a un entramado temático, que se ordena predominantemente en la dualidad conflictiva e inseparable de los opuestos: gobierno de sí mismo/alienación pasional; tal sirve como eje organizador en la configuración de la trama, acción y construcción de la personalidad y actitud trágica del personaje. La pugna entre el obrar “bien” (con sensatez y sutileza adecuadas, guiado por la enseñanza del neoestoicismo como guía espiritual y conductual, la cual aboga por la prudencia en el actuar asesorado por la razón y la fe) y el obedecer a la pasión, y su irremediable caída en el yerro trágico (la actitud violenta que involucra la acción negativa en detrimento del orden social, familiar y religioso, y la inclinación al pecado), la suma de estos componentes configura lo que conviene a la formación de la tragedia, como lugar propicio y de características adecuadas para la concepción del aparato trágico, o sea, la construcción del personaje concerniente al género. El mal depende de la libertad (tema recurrente en Calderón) y es parte sustancial de la construcción del carácter del personaje trágico, en la medida en que éste adquiere autonomía. En la decisión libre reside la esencia de la elección nociva. Aunque las obras del denominado Siglo de Oro están fuertemente imbuidas por la ideología de la religión católica y la pugna constante entre las fuerzas sobrenaturales del bien y del mal, entre Dios y el Diablo, Calderón nos sugiere un tipo de personaje, que aunque no está exento de un fuerte rasgo religioso en su actuación, lo que lo define es la libertad y sus decisiones. El tema del mal es una constante que siempre ha preocupado a filósofos y moralistas, artistas y literatos. Se le entiende como un fenómeno inherente a la conducta humana y a la libertad del mismo. Desde la época clásica los pensadores han insistido en el devenir del mal y sus consecuencias en la fortuna del ser humano. Para ejemplificarlo utilizan metáforas y se valen de personajes ficticios, simbólicos y míticos correspondientes a su cultura. El mal es una condición negativa atribuida al ser humano que indica la ausencia o infracción de moral, bondad, caridad o afecto natural por su entorno y quienes les rodean. La maldad determina la ausencia de bondad, opuesto a “lo bueno”, es el valor otorgado a algo que reúne dicha característica, aquello que se aparta de lo lícito u honesto, perpetrando así la calamidad.
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